El c&eacute;lebre cat&aacute;logo de cosas predilectas que Borges refiere en &quot;Borges y yo&quot; incluye una sola referencia literaria y es a la prosa de Stevenson. El nombre de Stevenson, pues, funciona para Borges como criterio de cualidad literaria y talism&aacute;n personal, y sus resonancias pueden encontrarse en numerosos pasajes de su obra. Durante muchos a&ntilde;os Borges ha desconcertado a sus cr&iacute;ticos al insistir en la importancia que han tenido para &eacute;l escritores como Stevenson, Wells, Chesterton y Kipling; y m&aacute;s a&uacute;n, al declarar que toda su obra deriva de ellos. Por otro lado, es posible comprobar, en varias de las entrevistas dadas a lo largo de los a&ntilde;os, su falta de inter&eacute;s por una larga serie de autores de los siglos xix y xx, mientras que un nombre reaparece insistentemente como el de su maestro: Robert Louis Stevenson. Entre los cr&iacute;ticos que se dieron al ejercicio de entender por qu&eacute; Borges se interes&oacute; en los que &eacute;l reconoc&iacute;a sus precursores y de qu&eacute; manera las lecturas que hizo de ellos influyeron en sus escritos, el nombre de Daniel Balderston se inscribe en primer lugar. Publicado en Argentina a mediados de la d&eacute;cada del 80 &ndash;a instancias de Enrique Pezzoni y Josefina Ludmer&ndash;, <i>El precursor velado: R. L. Stevenson en la obra de Borges</i> se convirti&oacute; r&aacute;pidamente en un texto de referencia ineludible para cotejar el deslumbrante uso creativo que Borges hizo de sus lecturas de Stevenson. Al citar a Stevenson, dice Balderston, Borges se cita a s&iacute; mismo citando a Stevenson. El precursor es distanciado y velado por medio de la alusi&oacute;n. La infinita serie de citas en que todos los originales se pierden (el texto de Borges): un nuevo avatar de la paradoja de Zen&oacute;n.