<i>Una novela negra sobre el juicio del Estado a los brujos de Chilo&eacute;.</i><br /><br />Es 1879. Al norte, Chile defiende las inversiones extranjeras en la Guerra del Pac&iacute;fico. Al sur, m&aacute;s all&aacute; de la Araucan&iacute;a ya invadida, desde una isla grande casi inexplorada se dispersan rumores de violencia, superstici&oacute;n y de un Estado incapaz de imponer su ley.<br /><br />La &eacute;lite estar&iacute;a tranquila si algunos &laquo;elementos&raquo; que no est&aacute;n ocupados en la frontera con Per&uacute; penetraran Chilo&eacute;. Necesitan pruebas para condenar a esos delincuentes que aterrorizan a la poblaci&oacute;n con viejas creencias ind&iacute;genas. Se hacen llamar brujos. Se organizan como La Recta Provincia o La Hermandad de la Casa Grande. Mienten para asustar y cambian los nombres a las ciudades de la isla &ndash;Achao, Dalcahue o Quicav&iacute;&ndash;, confundi&eacute;ndolas con otras: Buenos Aires, Villarrica, Salamanca.<br /><br />Si fueran solo mitos, al Gobierno le bastar&iacute;a con dejar olvidado ese rec&oacute;ndito lugar. Pero quien se hace llamar El Mayor Mentiroso del Mundo asegura haber escapado de los brujos y recorre el norte deslumbrando a los extranjeros: les habla de maleficios, monstruos y asesinatos; de las sangrientas luchas entre clanes para hacerse de un reinado en decadencia. Por esas mentiras, o para asegurar un inestable orgullo nacional, coroneles y tenientes deciden darle fin a cosas que un mortal no tiene el poder de terminar.<br />&nbsp;