Dos europeos, Otto (alem&aacute;n) y Mateo (griego) desembarcan en Zanz&iacute;bar en la ma&ntilde;ana del 15 de agosto del a&ntilde;o 1900 para ir al rescate de explorador ingl&eacute;s, de apellido Kambert, que hab&iacute;a partido de Zanz&iacute;bar a&ntilde;os atr&aacute;s para explorar la margen occidental del gran lago Tanganyka. El eplorador que desde hac&iacute;a un a&ntilde;o estaba en poder de una tribu de ind&iacute;genas feroces que lo hab&iacute;an llevado prisionero a Kilembo, en el Kassongo, hab&iacute;a logrado enviar colgado del cuerno de un ant&iacute;lope una bolsita con un mensaje, prometiendo indicar al que lo rescatase, como recompensa, la ubicaci&oacute;n de una monta&ntilde;a que conten&iacute;a riquezas incalculables, acumuladas durante siglos, por los ind&iacute;genas de Kassongo.<br /><br />(Fragmento del libro)<br />En la ma&ntilde;ana del 15 de agosto del a&ntilde;o 1900, un peque&ntilde;o vapor de dos m&aacute;stiles surcaba velozmente las aguas del Oc&eacute;ano &Iacute;ndico, en direcci&oacute;n a la isla de Zanz&iacute;bar. A pesar de la ligera neblina que a&uacute;n flotaba sobre el mar, se alcanzaban a divisar las costas de esa tierra de promisi&oacute;n. Poco a poco fueron perfil&aacute;ndose las colinas rocosas, aunque cubiertas de vegetaci&oacute;n, y hacia un costado el esplendor de una gran ciudad oriental, con sus torres macizas y sus t&iacute;picos minaretes. Cerca del puerto pod&iacute;a apreciarse el palacio del sult&aacute;n, con sus s&oacute;lidas murallas, y, un poco m&aacute;s lejos, el barrio comercial...