Hay novelas que al gozo de la lectura se une la felicidad de descubrir una estructura narrativa que nos hace sospechar, casi instintivamente, que sin ella otro escritor no habr&iacute;a podido ni siquiera atraer nuestra atenci&oacute;n.&nbsp;<br />&quot;Los tesoros de Poynton&quot;, escrita por el gran Henry James en 1896, es una obra que nos reconcilia con la buena literatura. Tras su aparente simplicidad se oculta el virtuosismo de un maestro de la narraci&oacute;n y esto se traslada al entusiasmo que crece en el lector conforme se adentra en la historia. En definitiva, &quot;Los tesoros de Poynton&quot; es de esas novelas que no terminamos de entender por qu&eacute; es tan buena, por qu&eacute; nos deja un recuerdo tan imborrable a pesar de los a&ntilde;os que puedan transcurrir desde que la le&iacute;mos por &uacute;ltima vez.<br />&quot;Los tesoros de Poynton&quot; es una de las novelas m&aacute;s acabadas y caracter&iacute;sticas de la etapa de madurez de Henry James. Seg&uacute;n es habitual en el autor, la obra nace por agrandamiento y expansi&oacute;n en m&uacute;ltiples matices de una an&eacute;cdota inicialmente m&iacute;nima y trivial.<br /><br />En &quot;Los tesoros de Poynton&quot;, una madre viuda y angustiada ante el imperativo legal de entregar sus bienes m&aacute;s apreciados a una nuera indeseada, hace todo cuanto est&aacute; en sus manos por &nbsp;dilatar la boda de su hijo Owen, &uacute;nico heredero de tal riqueza. Sin embargo, todos sus esfuerzos y despliegues de imaginaci&oacute;n ser&aacute;n infructuosos, a pesar de haber estado a punto de ganar la batalla. Mrs. Gereth ans&iacute;a para su hijo una mujer que ame y admire el mismo mundo amado por ella: la gran mansi&oacute;n de Poynton llena de reliquias y la cual deber&aacute; abandonar por falta de feeling con la nuera...