<i>Arder&aacute; la memoria</i> es (&hellip;) un libro que propongo leer si se tiene la intenci&oacute;n de pensar acerca de las experiencias que extreman el discurso de la t&eacute;cnica y sus usos en un campo de intervenciones atravesadas por la memoria. Pero aqu&iacute; se trata de una memoria que oficia como nudo entre el derecho, los derechos humanos, la pol&iacute;tica, las derivas entre la ley y lo leg&iacute;timo en los juicios por cr&iacute;menes de lesa humanidad, como tambi&eacute;n en su articulaci&oacute;n con los archivos y lo (in) transmisible por la v&iacute;a de la ley que el psicoan&aacute;lisis introduce en torno a los legados. El decidido modo de transmitir estos cruces en pr&aacute;cticas p&uacute;blicas, universitarias y pol&iacute;ticas abren a la dimensi&oacute;n de aquello que remite a la contingencia del encuentro y que tomando a Lacan podemos traducir en la f&oacute;rmula &ldquo;cesa de no escribirse&rdquo;; dicho de otro modo se trata de lo que suspende lo imposible, siempre y cuando se haga lugar a una &eacute;tica de la implicancia, o tambi&eacute;n podr&iacute;amos decir a una &eacute;tica del sujeto dividido, en pleno territorio del discurso cient&iacute;fico.