Había sido un día ocupado en el trabajo. Y Chloe estaba cachonda como el infierno. Había algo en el ajetreo de un día caótico en el bufete de abogados que le disparaba la libido. En lugar de estar exhausta, dejaría la oficina lista para algo de amor. Hoy no era la excepción.
Su plan era meterse en su armario y luego cubrir su cuerpo con algo escandalosamente caliente. Si su tiempo funcionaba, Rob volvería a casa para encontrarla en la habitación, extendida sobre el colchón, lista para una buena follada.
Hoy estaba de humor para encaje negro. Pasó casi una hora en el espejo, colocando su negligé en su lugar, cepillando su cabello negro azabache sobre su hombro y decorando sus labios carnosos con un llamativo tono rojo.
A Chloe le gustó lo que vio, pero una pregunta persistente hacía eco en su cabeza: «¿Esto pondrá a mi esposo de buen humor?».
Rob podría ser una especie de estrella lenta, sexual y de otro tipo. Chloe era el fuego en la relación y Rob era el agua helada, relajada, tranquila, impasible. Ella era la abogada luchadora, siempre lista para pelear. Él era el nerd, con la cara siempre enterrada en un libro o un periódico. Se reían de sus diferencias y en broma se llamaban a sí mismos 'la extraña pareja'. Pero cuando esas diferencias dejaban a Chloe fría y vacía, no era cosa de risa.­­­
Al inspeccionarse más de cerca en el espejo, Chloe estaba decidida a que no la rechazarían esta noche. Ella simplemente se veía muy sabrosa. Esas medias abrazaban sus muslos curvos. Ese largo cabello oscuro cayendo sobre su hombro. Esos labios, esos ojos estrechos. «¿Qué hombre heterosexual podría resistir este paquete?».