Nora Strejilevich se propone aqu&iacute; reivindicar el lugar del testigo, no solo como prueba viviente del horror, de all&iacute; su validez en los juicios por cr&iacute;menes de lesa humanidad y voz imprescindible para la b&uacute;squeda de justicia, sino porque es el &uacute;nico que puede dar cuenta al detalle de la figura saturnina de quien devora a sus hijos, figura que se renueva para seguir devorando. El testigo habla en nombre de los que no sobrevivieron, y su relato es matricial, se&ntilde;ala la autora, porque es el m&aacute;s cercano al coraz&oacute;n de la experiencia y al legado del horror. Sus testimonios son, entonces, voces &ldquo;indispensables para identificar los mecanismos en los que seguimos atrapados e involucrados&rdquo;.<br /><i>El lugar del testigo</i> interviene en los debates sobre escritura y memoria a partir del genocidio de estado de la &uacute;ltima dictadura militar. Interviene significa que vuelve sobre un aspecto clave: el lugar del testimonio de los sobrevivientes, y en ese volver rompe el acuerdo sobre el car&aacute;cter documental, suplementario, no literario del testimonio. Ese volver es una intervenci&oacute;n cr&iacute;tica y pol&iacute;tica que nos recuerda que solo la memoria es un palimpsesto que se escribe y se reescribe. <i>El lugar del testigo</i> viene a decir: &ldquo;insisto, pensemos de nuevo&rdquo;.