Desde &eacute;pocas antiguas se incide en la idea de que una alimentaci&oacute;n adecuada a lo largo de nuestra existencia lleva a una vida m&aacute;s prolongada y saludable. El proceso de envejecimiento es inherente a la condici&oacute;n humana, por lo que lo que lo aconsejable, aunque no siempre resulte f&aacute;cil, es asumirlo con naturalidad. No podemos evitar que cada d&iacute;a que pase seamos m&aacute;s viejos que el anterior, pero s&iacute; que el miedo, la tristeza o la apat&iacute;a marque esa etapa de nuestra vida y de la de nuestros seres queridos.<b> </b>En nuestros d&iacute;as envejecimiento significa achaques, dolores, problemas, dependencia, soledad..., pero no siempre ha sido as&iacute; y no tiene por qu&eacute; ser as&iacute;. El mejor punto de partida para cambiar esta visi&oacute;n se encuentra en una pregunta: &iquest;c&oacute;mo queremos vivir la vejez? No es frecuente que este interrogante surja en una persona joven o de mediana edad. Ah&iacute; radica uno de los problemas que surge ante esta etapa de la vida. Se obvia y se ve como algo lejano y ajeno a nosotros, que no nos afecta, cuando lo cierto es que ma&ntilde;ana seremos nosotros los que viviremos la realidad en la que hoy se encuentran nuestros mayores.<br /><br />La vejez es un destino que nos afecta a todos, por lo que la labor que hagamos por nuestros mayores significar&aacute; trabajo para nosotros mismos. El envejecimiento no es algo est&aacute;tico, r&iacute;gido, sino din&aacute;mico, cambiante, es decir, el que se vive ahora no ser&aacute; el mismo del de la siguiente generaci&oacute;n, como tampoco es igual al de la generaci&oacute;n anterior. Si echamos la vista atr&aacute;s vemos que la vida de nuestros abuelos no es igual que la de nuestros padres o la de nuestros hijos. Por ello la vejez no es ni ser&aacute; la misma. Ser&aacute; diferente en cada generaci&oacute;n, al igual que es diferente la sociedad en la que te toca vivir.<br /><br />No debemos olvidar que no hay cambios ni mejoras si nadie se implica. De nosotros depende la transformaci&oacute;n de la imagen del envejecimiento. El primer paso es intentar comprender las necesidades de los mayores, sus miedos... siempre desde el respeto a unos valores que pueden ser diferentes a los nuestros. El segundo se basa en mejorar su atenci&oacute;n porque si aprendemos a cuidar a nuestros mayores aprendemos a cuidar de nosotros mismos. En esta labor es esencial evitar lo m&aacute;s temido por la persona mayor, la dependencia. Por &uacute;ltimo, hay que insistir con los medios a nuestro alcance para que los gobiernos, los bancos, los servicios sanitarios y sociales, los m&aacute;s j&oacute;venes, las ONG, la publicidad... en definitiva, la sociedad en la que vivimos, aprenda a valorar el envejecimiento, respete y no relegue a un sector de la poblaci&oacute;n que en breve estar&aacute; constituido por los que en estos momentos marcan las leyes, los comportamientos, el reparto de bienes y las decisiones.<br /><br /><b>Hay muchas formas de envejecer.</b> Se puede envejecer de forma acelerada, con el objetivo de ganar &quot;a&ntilde;os a la vida&quot; y con el riesgo de un alto grado de dependencia, o bien se puede envejecer a un ritmo normal, con la meta de dar &quot;vida a los a&ntilde;os&quot; y con un bajo grado de dependencia que se centrar&iacute;a en la &uacute;ltima etapa. Con seguridad todo el mundo prefiere este segundo tipo de envejecimiento.<br /><br />&nbsp;