El ayuno como ofrenda a Dios<br /><i>El ayuno como ofrenda a Dios es propio de los hombres y no de los &aacute;ngeles.</i> He sido invitado a hablaros sobre la utilidad del ayuno. Tambi&eacute;n Dios nos invita, y el tiempo mismo nos apremia. Esta pr&aacute;ctica, esta virtud del alma, esta p&eacute;rdida de la carne y ganancia del esp&iacute;ritu los &aacute;ngeles no se la pueden ofrecer a Dios. En efecto, all&iacute; en el cielo todo es abundancia y seguridad sempiterna; y por eso no hay defecto alguno, porque todo el amor es hacia Dios. All&iacute; Dios es el pan de los &aacute;ngeles, y Dios se hace hombre para que el hombre coma el pan de los &aacute;ngeles1. Aqu&iacute; en la tierra, todas las almas, que tienen una carne terrena, sacian sus vientres de la tierra; all&iacute; los esp&iacute;ritus racionales, gobernando a los cuerpos celestes, llenan de Dios sus mentes. Tanto aqu&iacute; como all&iacute; hay alimento, pero el alimento de aqu&iacute;, cuando nutre, se acaba, y llena el vientre de modo que &eacute;l se disminuye; en cambio, el alimento de all&iacute;, a la vez que llena, permanece igualmente entero. De este alimento Cristo nos ha indicado que tengamos hambre, cuando dice:<i> Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos ser&aacute;n saciados.</i>