—¿Te has enterado del velero que han mandado hace un par de horas a Kanala desde el Triángulo de las Bermudas, Siela?
—No. Estaba buscando coral rosa para hacer una poción. ¿Por qué? No es la primera vez que envían un barco allí, Galene.
—Ya lo sé, pero es la primera vez que oigo acerca de un barco lleno de terrestres (terrícolas) de entre diecisiete y veintiún años. Igual son de una escuela de navegación o algo así.
—Tu fascinación por los chicos terrestres es perturbadora, Galene.
—¿Perturbadora? Déjame contarte mi idea de perturbadora, Siela: una chica de dieciocho años preciosa, con talento, coladita por un chico empíreo de veintidós que está enamorado de otra. Eso es «perturbador», amiga mía.
—Vale, vale, no hace falta que seas malvada, Galene
Mi amiga nereida me dio un abrazo en señal de arrepentimiento.
Sus palabras me herían porque tenía razón. He estado enamorada de Lussan desde que tenía doce años.
—Vale, Galene. Tienes razón. Para demostrarte cuánto me importa tu amistad, te llevaré a Kanala.